Espuma

La espuma como materia escultórica en tránsito revela un atlas líquido: el azar se vuelve figura en una serie seleccionada entre miles de tomas

En esta serie sin título, el fotógrafo se sumerge en un universo inestable, latente: el de las espumas. No hay guion, ni escena construida, solo una acumulación atenta de momentos. Miles de fotografías, tomadas una tras otra, como si el gesto de mirar pudiera desgastar el tiempo, revelar una imagen entre todas. De esa repetición nace una selección minuciosa, casi ritual, que no busca una forma ideal, sino una aparición singular. Una revelación del espíritu en búsqueda del movimiento.


La espuma es objeto (fotográfico) y materia. No se deja fijar, no tiene estructura sólida: se forma y se disuelve en segundos. Y sin embargo, cuando se detiene en la imagen, cobra presencia escultórica. Se hace volumen, pliegue, gesto. Como en la Fontana di Trevi, donde el mármol tallado simula el brote del agua, estas fotografías capturan ese instante imposible en que lo efímero parece convertirse en forma. Los remolinos remiten a la
columna salomónica barroca en su pliegue hacia el infinito.


Pero aquí no hay mármol. Solo luz, reflejo, velocidad y azar. La espuma no es símbolo ni signo. Es imagen abierta, disponible para la proyección del espectador. En palabras de Didi-Huberman, lo que vemos no está ahí para ser explicado, sino para mirarnos, para activar una interpretación sin cierre. La serie rehúye el sentido fijo: invita a leer lo que no está escrito, a ver formas donde no las hay, como si el agua pudiera escribir su propio
idioma.


El fotógrafo no dirige la escena: acompaña el proceso, lo recoge. Se alía con la intuición y con el error. En esto, su trabajo recuerda al de Wolfgang Tillmans: una confianza absoluta en el poder de la observación y en la edición como forma de pensamiento. La serie no es una imagen única, sino una constelación de decisiones invisibles, un atlas líquido del instante. El proceso nos remite a John Cage, a su búsqueda de un proceso que incorpora el azar sin eludirlo.


Como escribió Byung-Chul Han, lo bello no es lo que se impone, sino lo que se deja contemplar. La espuma, con su fragilidad, su aparición espontánea y su disolución inmediata, representa esa forma extrema de lo bello: aquello que aparece y desaparece antes de poder ser poseído.


La serie no documenta un fenómeno: lo persigue. Lo mira hasta que algo aparece. Hasta que una forma —una entre miles— nos recuerda que incluso lo más leve puede volverse presencia, si se sabe esperar.