En la orilla del tiempo

Donde la luz se detiene: el instante y el mar. La serie Colors explora momentos en la frontera del día y la noche como rituales donde el color se funde.

En esta serie, el fotógrafo explora el mar como una superficie sensible al tiempo. Las imágenes han sido tomadas en momentos extremadamente específicos del día: justo antes del amanecer y en los últimos instantes del crepúsculo, cuando la luz adquiere una calidad incierta, suave, a veces espectral.


El proyecto nació de una fascinación por esos breves segundos —a veces no más de cinco o siete— en los que toda la luz parece alinearse y el paisaje se revela con una claridad emocional extraordinaria. La cámara no busca aquí congelar el tiempo, sino dejarlo fluir: extraer, en ese umbral de belleza efímera, una imagen que no existe antes ni después. Cada localización —32 puntos distintos de la isla— es visitada dos veces al día, durante cuatro estaciones. Cada fotografía es, por tanto, irrepetible: una conjunción precisa de lugar, luz y época del año.


Hay en estas imágenes una voluntad de espera, de contemplación activa. Cada toma es el resultado de una observación prolongada, casi meditativa, donde la intuición guía al gesto técnico y convierte el acto de fotografiar en un acto performativo. El fotógrafo no impone una mirada, sino que se sumerge en la temporalidad del paisaje, permitiendo que la imagen emerja por sí sola.


El horizonte es la única línea estable en unas escenas dominadas por transiciones: entre luz y sombra, entre densidad y transparencia. A veces se nos revela y a veces se convierte en una intuición, como en las fotografías de Sugimoto. La superficie del agua refleja lo que ocurre en el cielo, pero también algo más profundo —una atmósfera emocional, un ritmo interno que conecta al espectador con el instante capturado.

Inspirado en la noción de «intimidad material» de Gaston Bachelard, el fotógrafo entiende el agua no solo como elemento visual, sino como vehículo poético. En El agua y los sueños, Bachelard sostiene que el agua “es una invitación al ensueño”, y en estas imágenes se percibe esa cualidad onírica: el mar aparece como lugar de tránsito, de memoria flotante, de duración sensible.


Esta serie no retrata el mar como objeto, sino como experiencia. No busca lo espectacular, sino lo sutil: ese punto donde el mundo exterior y el interior se confunden. Una propuesta visual que invita a detenerse, a mirar con pausa, a sentir el instante antes de que se desvanezca.